Maridar, tal y como la RAE nos indica en una de las acepciones del término, es: “unir o enlazar”. Cuando hablamos de vinos, el tema que nos ocupa en este post, podemos decir que maridar es unir o enlazar una comida con el vino que mejor combina.
De hecho, se trata de eso, de encontrar la combinación perfecta para conseguir que la mezcla case a la perfección y que los sabores y aromas se potencien mutuamente, logrando una sensación para el comensal más que agradable. Buscamos una “sinergia” y que esa suma de vianda y caldo se convierta en una auténtica experiencia y que, en boca, resulte más satisfactorio que probar cada uno de los dos elementos por separado.
Dicho esto y antes de recurrir a nombrar algunos de los maridajes que aceptamos como buenos por su placentero resultado, destacaremos unos pequeños trucos, útiles para aquellos que empezamos a cogerle el gusto a este arte del buen comer y beber. Y es que es muy importante que tengamos en cuenta que hay productos que, por su intenso sabor, es complicado maridar.
Tipo de maridaje: el reto de maridar con alimentos de sabor potente
Es el caso, por ejemplo, de los espárragos o de los encurtidos con gran presencia de vinagre. Sin embargo, si nos encontramos frente a un plato de elevado dulzor o acidez podemos contrarrestar estos sabores echando mano de vinos totalmente contrarios.
Un vino dulce puede ayudarnos con una delicatesen salada, un vino ácido haría muy buen papel compensando el notable contenido en azúcar de un postre y haríamos frente exitosamente a una comida muy grasa, si la apoyamos con un vino seco, áspero, amargo (lo que los expertos llaman “rico en taninos”).
En qué orden servir los vinos
Asimismo, los principiantes hemos de saber que si probamos primero un vino potente y seguidamente uno más ligero, vamos a desmerecer el segundo. Siempre es mejor que lo hagamos al revés: primero servimos los vinos más jóvenes y menos intensos, seguidos de aquellos con más fuerza.
Concordancia vertical y horizontal, ¿qué es?
Por otro lado, a la hora de animarnos a maridar, podemos hacerlo de diferentes maneras. Vamos a hablar de la concordancia vertical y de la concordancia horizontal.
Concordancia vertical
La primera de ellas se da cuando actuamos de forma clásica ante un menú tipo banquete. Es decir, tenemos unos aperitivos, un pescado, una carne y un postre.
De esta manera, la unión plato-bebida es muy sencilla, vamos a lo socialmente reconocido: los aperitivos y el pescado los servimos con vinos blancos, la carne la acompañamos de un tinto y finalizamos con un vino dulce o licor.
Así tendremos que, en todo momento, un vino ligero precede a uno con más cuerpo y gradación y no fallamos.
Concordancia horizontal
En segundo lugar, también podemos hacer uso de la concordancia horizontal. En esta modalidad, disfrutamos de dos versiones: el modo en el que empleamos vinos que complementan a los alimentos que acompañan, como por ejemplo, un vino dulce afrutado con un postre con frutas o un tinto con regusto a hongos con una ternera en salsa de champiñones.
Y el modo cuyas mezclas destacan por los contrastes de sabores. Esto es: un queso muy fuerte no lo acompañaremos de una bebida tan añeja como él.
Al final, es cuestión de respetar estas normas básicas y disfrutar probando. Bon appetit!